El diablo en casa

* La parroquia de San Juan de los Jarros, Atlacomulco, una sencilla construcción de piedra, adobe y decorada pobremente, exhibía hace pocos años 5 lienzos asegurados hasta en 2 millones de dólares, según el relato de uno de los sacerdotes que durante 5 años estuvo allí, Wilibaldo Hernández (mejor conodo por sus feligreses como el Padre Wili), quien desde febrero del 2008 atiende en la capilla del Expiatorio, en la cabecera municipal. Hoy sólo quedan dos de ellos.

Miguel Alvarado/ Jorge Toribio

Dos pequeñas iglesias destacan en el minúsculo poblado de San Juan de los Jarros, en Atlacomulco. El lugar, sumido en la pobreza tradicional de las etnias mexiquenses, sobrevive de las tierras de cultivo que todavía se trabajan como hace décadas. La pobreza es la impronta del lugar. Taxistas recorren una y otra vez la única carretera que comunica con la cabecera municipal y se detienen de vez en cuando en los pequeños puestos de tacos y fritangas que sobreviven al pie de la vialidad. Nadie pasa por allí, excepto los lugareños y quienes viven en comunidades todavía más pequeñas y empobrecidas, transportando mercancías y menaje para el campo, carcomido por la búsqueda de minas de tepojal, explotadas por ex funcionarios y ricos de la comarca como el ex gobernador Arturo Montiel Rojas. Las haciendas y ranchos de los poderosos bordean, desde la entrada a Atlacomulco, la campiña, anónimas para los viajeros de paso. Pocos saben que los apellidos más importantes de la liturgia política del estado poseen las tierras, entre ellos los Del Mazo y los Velasco. Pocos imaginan, también, que en este pueblo, de apenas 2 mil 24 habitantes y a 2 mil 504 metros de altitud, se perdieron 3 obras sacras del pintor Vicente Montiel, uno de los creadores de la escuela mexicana de pinturas, a mediados del siglo XIX.

La parroquia, una sencilla construcción de piedra y adobe y decorada pobremente, exhibía hace pocos años 5 lienzos asegurados hasta en 2 millones de dólares, según el relato de uno de los sacerdotes que durante 5 años estuvo allí, Wilibaldo Hernández, quien desde febrero del 2008 atiende en la capilla del Expiatorio, en la cabecera municipal. Hoy sólo quedan dos de ellos, y cualquiera los puede observar colgados en los pequeños cuartos que forman el curato. Cerca de allí, a menos de dos kilómetros, en la antigua hacienda de Toxi, propiedad de la familia Bassoco hace más de 200 años, el Opus Dei administra un colegio particular para mujeres. La entrada, flanqueada por el icono de la congregación, monseñor Escrivá de Balaguer, es cuidada celosamente por las empleadas del lugar, quienes protegen nombres y apellidos de quienes dirigen el sitio y se limitan a remitirse a la página web para obtener detalles.

El sacerdote Wilibaldo pertenece a esta organización, quien lo envió a estudiar a El Vaticano, donde se especializó en arte sacro.

Las pinturas que todavía están a la vista de quien visite el curato de la iglesia de San Juan de los Jarros, cuelgan precarias en dos paredes, en la semioscuridad del lugar, pero el resto nadie sabe nada, ni siquiera el actual párroco, Esteban González, quien se negó a dar información sobre las mismas.

La pequeña iglesia albergaba, además, ex votos, creaciones artesanales del propio Vicente Montiel, a quien le encargaban testimoniar actos milagrosos en pequeños retablos de madera.

La mayoría de los ex votos estaban en la iglesia de El Señor del Huerto, en la ciudad de Atlacomulco, pero Mario Colín, un antiguo jefe político de la región, las trasladó a una hacienda de su propiedad, la Barbabosa, y allí se les perdió el rastro a principios de 1970. A cambio, Colín escribió un pequeño libro informativo sobre el tema, editado por el gobierno del Estado de México y el FONAPAR, para la Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, en 1981, llamado Retablos del Señor del Huerto que se venera en Atlacomulco. En 147 páginas se reproducen decenas de imágenes y se explica brevemente el significado de los trabajos, pero nada más.

Mario Colín era un enamorado de su tierra natal y acostumbraba coleccionar objetos valiosos y publicar crónicas, pero siempre fue señalado por comprar trabajos de otros investigadores y publicarlos, con todos los derechos adquiridos, con su propio nombre. Fundador de la cultura oficial en la entidad, Colín nació en 1922 y murió asesinado en 1983. Director del Instituto Científico y Literario del Estado de México, promovió la creación y construcción de las primeras casas de cultura, además de los archivos municipales y editó las colecciones Testimonios de Atlacomulco y Biblioteca Enciclopédica del Estado de México.

Testigos del lugar afirman que las pinturas faltantes estaban allí hace poco y que de pronto desaparecieron sin mayores explicaciones. Estas obras son La Anunciación, un óleo sobre tela sin fecha ni forma pero que se atribuye al artista Vicente Montiel. También se extraña un San Cristóbal, otro óleo sobre tela firmada por el mencionado autor y fechada en 1849, además de una Purísima Concepción o Inmaculada, de gran tamaño pero en estado de deterioro, de 1848 y firmada por Montiel, así como una Virgen de Guadalupe, otro óleo de 1848 con la rúbrica del pintor. Por último, se cita otra Inmaculada Concepción, de 1872, también rubricada. De esta lista, sólo las dos últimas están expuestas en la pequeña iglesia. Del resto, nadie sabe su paradero. Las obras desaparecidas fueron retiradas de la iglesia y sustituidas por santos de bulto, es decir, de resina de baja calidad.

Los pobladores afirman que hasta el año 2000 todavía se podía ver el conjunto de pinturas pero hoy sólo dos existen y no estan están expuestas al público, enmarcadas vistosamente.

El padre Wilibaldo es todo un personaje en Atlacomulco. Oficiaba para los poderosos incluso en Estados Unidos, en ciudades como Nueva York y Miami, pero al paso de los años denuncias sobre su comportamiento obligaron al traslado a San Juan, a media hora de la ciudad. La versión oficial señala que, debido al crecimiento de las sectas cristianas, el padre tenía la misión de convencer a los alejados y hacerlos volver a la religión católica. Así, desde el 2003 hasta el 2008 estuvo en aquel lugar.

Las pinturas en cuestión fueron olvidadas hasta la llegada a San Juan de Wilibaldo, quien en una plática anterior, a principios del 2008, afirmó que «valué las obras y las aseguré por dos por dos millones de dólares cada una». Estas pinturas son La Virgen de Guadalupe Y La Inmaculada Concepción.

Las tres restantes no aparecen, pero también el padre sostuvo haberlas valuado en 1 y 1.5 millones de dólares.

Aparentemente, las obras restantes están en otras parroquias, pero el sacerdote del lugar se negó a salir del curato para ofrecer una versión.

La versión de la ayudante del nuevo sacerdote, una joven de unos 25 años y quien también trabajó con el padre Wilibaldo, corrobora que las pinturas desaparecidas estaban allí en la gestión de quien ahora trabaja en la capilla del Expiatorio y quien es preparado por sus superiores para asumir en un futuro cercano la cabeza de la arquidiócesis de Atlacomulco.

En los años 90, otra obra de Vicente Montiel fue robada, esa vez en el pueblo de Pathé, en el municipio de Acambay. La denuncia, una nota en el diario oficialista El Sol de Toluca y posteriores investigaciones llegaron a callejones sin salida y todo fue olvidado. Hace 10 meses, también la parroquia de San Antonio Enchisé, en Atlacomulco, fue asaltada y tampoco se recuperó lo perdido.

El pintor Vicente Montiel pertenece a la familia del ex gobernador Arturo Montiel Rojas. Estudió en la Academia de San Carlos en 1824, como alumno del italiano Claudio Linati, quien trajo a México la primera imprenta para litografías.

Vicente regresó a Atlacomulco en 1830 y permaneció allí hasta su muerte, en 1875, pintado para hacendados, párrocos y comerciantes de Atlacomulco, Acambay, San Felipe del Progreso y Temascalcingo. En el recién creado municipio de San José del Rincón, el dueño de la entonces poderosa hacienda de San Onofre, Jesús Carmona, quien también era accionista en las minas de El Oro, encarga un San Onofre a Montiel, que se conserva todavía en aquel lugar. Otros trabajos del pintor son un autorretrato del general Ignacio Varas, personaje de la época, pero el resto de su trabajo está dedicado a temas religiosos.

San Juan de los Jarros es un pueblo olvidado pero no está exento de este tipo de situaciones, que registran sus máximos niveles en Edomex, Puebla, Tlaxcala, Morelos y el DF. El robo de arte sacro es difícil de esclarecer, pues no hay registros actualizados de los acervos. Prueba de lo anterior son las escasas 192 denuncias formalizadas en el sexenio anterior a nivel nacional. Según el Episcopado Mexicano, quienes roban arte religioso usan las mismas rutas del narcotráfico para sacar las piezas del país.

4 comentarios sobre “El diablo en casa

  1. pues si esta muy grave pero pues es tiempo de poner en alto nuestro pueblo ke es grande nadamas hay ke darlo mas a conocer por medio de el internet asi ke hay ke ponerlo a reconocer ya ke aki en el extranjero ya se habla mucho de nuestro pueblo kerido….

  2. quisiera saber si alguien tiene informacion acerca del retrato que hizo el pintor Montiel al general Ignacio Vara Valdes gracias y a sus ordenes

  3. Me llama la atención tu artículo. Desconozco la fuente de tu información y el motivo que te llevó a realizar esta investigación. Me gustaría que te pusieras en contacto conmigo. Yo conozco perfectamente la comunidad y recuerdo que había imágenes que ya no se encuentran. Mi correo es quetzalli-30@hotmail.com

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