Memorias de un sicario Zeta IV

* Las declaraciones ministeriales de un desertor del Sexagésimo Quinto Batallón de Infantería, devenido en matón a sueldo, encendieron las alarmas porque el nacimiento de los Zetas propició el reacomodo de las estructuras del crimen organizado, mostró las debilidades gubernamentales, exhibió (una vez más) la corrupción de los cuerpos policiales en todos sus niveles y puso en evidencia al Ejército mexicano.

 

Francisco Cruz/Especial para Nuestro Tiempo/ Cuarta parte

Los beneficios de testigo protegido ablandaron a Karen, lo convencieron de soltar la lengua. Por eso, sus testimonios sirvieron para conocer cómo Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca o el Zeta Mayor, burlaba operativos del Ejército mexicano y de los cuerpos federales antinarcóticos o cómo se movía amparado en la compra de conciencias.

Sólo así se explicó, por ejemplo, dos convocatorias para un par de cumbres nacionales de cabecillas zetas con sus respectivas estacas L, en mayo de 2005, o la de diciembre de 2004 en Nuevo Laredo que sirvió para designar comandantes zeta en algunas plazas. De allí salieron, por ejemplo, los nombramientos de El Rex o Z-12 para el Distrito Federal; de El Bebé o La Chichona, en mancuerna con El Chispa, para Veracruz; de El Chafe en Cancún y de El Ostos en Acapulco y Zihuatanejo.

Aunque hay algunas lagunas, los testimonios de Karen se presentaron día y noche por temor a que agentes federales al servicio de Los Zetas conocieran la ubicación del delator. “El segundo punto de tenientes se localiza a tres cuadras pasando la vía del ferrocarril, por la calle de Washington, una casa de un piso, de color azul, con teja y un portón metálico negro, de rejas y lámina en la parte inferior.

“Estos recorridos los estuve realizando desde principios de 2004 hasta mayo de 2005. En ese tiempo, sucesivamente, formé parte de las estacas de Talibán 2 ó L-52, la de El Lucky, la de Comandante Mateo y, finalmente, la de Miguel Treviño, L-40. En ese tiempo fueron los dueños únicos de Nuevo Laredo. Por eso, en algunas ocasiones hacíamos los recorridos en caravana; es decir, con varias estacas, de cualquiera de ellos.

“Por eso también son normales las rotaciones de sicarios L o Cobra en las estacas, independientemente de los cambios de personal para foguear a los nuevos –foguearlos en el oficio de matar– y que éstos conozcan las distintas formas de trabajo. En ese tiempo, cuando me tocó trabajar para El Lucky, a finales de octubre de 2004, levantamos a un joven como de dieciocho años que manejaba una Pick Up azul claro, con placas americanas.

“Lo levantamos del Señor Frog´s –un restaurante de Nuevo Laredo– porque era gente de El Chapo Guzmán. Nunca supe su nombre, pero le encontramos cuarenta kilogramos de cocaína que transportaban desde Navolato, Sinaloa, en un `clavo´ que colocaron en el piso posterior de una Ford Expedition verde. Lo llevamos al punto a donde vivíamos en ese entonces, sobre la calle que conduce a la plaza de Toros ´Lauro Luis Longoria´, frente a un gimnasio para mujeres que tiene una fachada color morado, a media cuadra de la Coca Cola, una vivienda de un piso, color crema, como su barda y su `portón eléctrico”.

Sometido a una sesión de tortura, con su interrogatorio respectivo, el joven aspirante a capo confesó.

“El Lucky le informó a El Pita –Omar Lormendez Pitalúa–, quien luego de recibir órdenes de El Lazca nos dijo que lo lleváramos a un ´chorro´ o rancho en la salida de Nuevo Laredo, propiedad de Mundo El Cabezón –uno de los principales distribuidores (exportadores) de droga de La Compañía en Estados Unidos–, donde Pitalúa le ordenó a Lucky ejecutar al joven con una calibre veintidós para que no hiciera tanto ruido.

“A la parte posterior del rancho, por donde hay una excavación de máquina, presumiblemente para enterrar basura, llevamos al joven. Lo llevamos hasta el borde de la excavación, donde ya estaba un tonel. Enseguida, El Lucky le disparó en una ocasión, en la nuca, con el revólver calibre veintidós –para no hacer tanto ruido–. El joven cayó muerto.

“De inmediato lo levantamos y, con ayuda de los dos cocineros o guisadores de la organización, de los que conozco a uno como Víctor y al otro como Gordo, que son los que se dedican a desaparecer los cadáveres de las personas ejecutadas, metimos el cuerpo del muerto en un tonel, cuya lámina tenía perforaciones alrededor, cerca de la base, para que respirara el fuego que, con ayuda de diesel, se aplica.

“En el momento que los cocineros se disponían a iniciar el fuego, Omar Lormendez Pitalúa le ordenó a El Lucky que lo hiciéramos nosotros”. Y, allí mismo, como la recibió, El Lucky ordenó a “La Piña, a El Piporro, a La Palma y a mí que lo cocináramos. Con ayuda de los dos cocineros, bañamos el cuerpo con diesel y le prendimos fuego.

“Nos indicaron que cada dos minutos le echáramos diesel para mantener la flama, que respira por los orificios de la lámina. Mientras picábamos el cuerpo con una pala de mango largo, para deshacerlo y que se quemara más rápido, hasta que el cuero se consumió totalmente, quedando una cantidad muy pequeña de ceniza”. Junto con los toneles, la ceniza es enterrada por los cocineros, “aunque desconozco el lugar preciso. Deseo agregar que el tiempo que tarda un cuerpo en reducirse a cenizas es de cuatro horas, pero si ese cuerpo se pica frecuentemente para deshacerlo, puede tardar sólo dos horas y media”.

Probada su lealtad al El Lucky, con el guiso del cadáver del joven ejecutado, Karen fue asignado al cuerpo de estacas de Comandante Mateo. Su carrera prometía en el oficio de matar, aunque era conocido que la especialidad de su nueva célula zeta era la de reventar casas en las que operaban los giros negros.

La conocida afición de Mateo a las bebidas embriagantes, a la marihuana y a las mujeres inclinó sus acciones al control de esa actividad dentro de Los Zetas.

Delaciones de Karen sirvieron para documentar la capacidad operativa de Los Zetas, francotiradores especializados con capacidad para tomar edificios por asalto y realizar operaciones aeromóviles de búsqueda y rescate de rehenes, además de contar con armamento superior al de algunas unidades militares: pistolas HKP-7, fusiles G-3, con opción para incorporarles lanzagranadas .203, ametralladoras M-16 y 5-A calibre 5.56, así como la liviana MG o las mini-ametralladoras SAW 5.5 con capacidad de 700 tiros y bazucas antitanque.

 

*Autor de Tierra Narca (Planeta, 2010); Negocios de Familia, biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y del Grupo Atlacomulco (ed. Planeta, junio de 2009) y Cártel de Juárez (ed. Planeta, junio de 2008).

 

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