Memorias de un sicario Zeta VI

* Las declaraciones ministeriales de un desertor del Sexagésimo Quinto Batallón de Infantería, devenido en matón a sueldo, encendieron las alarmas porque el nacimiento de los Zetas propició el reacomodo de las estructuras del crimen organizado, mostró las debilidades gubernamentales, exhibió (una vez más) la corrupción de los cuerpos policiales en todos sus niveles y puso en evidencia al Ejército mexicano.

 

Francisco Cruz/Especial para Nuestro Tiempo/ Sexta parte

Las características de los relatos de este testigo protegido conocido por el nombre código de Karen se convirtieron en un elemento fundamental para conocer la operación de las células de Los Zetas en el estado de Tamaulipas, que luego se replicaron en el resto del país y dieron una evidencia clara sobre lo que podía esperar el ciudadano común en una guerra en la que agentes de todos los cuerpos policíacos y sicarios parecen disparar en el mismo bando.

De la prima especial que recibió Karen después de los operativos contra la célula remanente de Los Texas y contra el halcón que se convirtió en informante de El Chapo Guzmán y al que el L-40 le desbarató la rodilla con un marro y luego lo dejó morir de dolor, sólo se cumplió completamente el premio de quinientos dólares en efectivo, porque a los cuatro días –de los cinco que le habían dado de vacaciones– recibió una orden de El Lazca para presentarse a trabajar.

“Llamaron al mismo grupo –con excepción de L-50, Pedro Alcorta y El Tejón– para que, acompañados por algunos zetas –entre los que se encontraban La Ardilla, Tizoc y El Chichimoco– y kaibiles como Cuervo, El Albañil y La Piña fuéramos a Nuevo Laredo para darle un susto o advertencia a un capitán, que era coordinador de la Policía estatal Preventiva y cuya base estaba en Ciudad Victoria, porque además de que era contra y con sus hijos (también agentes) trabajaba para El Chapo Guzmán con policías clonados, estaba muy insistente en combatirnos.

“Ese mismo día salimos en una Van azul, blindada, en la que llevábamos nuestro equipo. Llegamos al mismo paraje al que nos había conducido, la primera vez, Chano Morales. Guiados por el mismo Chano, nos fuimos a Nuevo Laredo, por (caminos) del monte, cortando las cercas de alambre para abrir paso a la camioneta y salir adelante del retén militar.

“Ya oscureciendo, entramos al pueblo. Llegamos (en sábado) a una casa rentada sólo para (coordinar) el operativo en la zona centro, inmediaciones del Paseo Colón. Estuvimos allí hasta el día siguiente, hasta el domingo, una vez que nuestro informante ubicó al capitán en una ceremonia en Palacio Municipal.

“Guiados a larga distancia por el informante –a través de una canal de radio local con las frecuencias de la policía– que seguía al comandante, cerramos el paso al capitán al llegar a un punto acordado sobre la avenida México, a la altura con la calle Guatemala. Se transportaba en una camioneta Lobo negra, escoltado por dos patrullas de su corporación. De las tres camionetas en las que viajábamos –la Van azul y dos Lobo, una roja y una blanca– las `rafagueamos´ con R-15, sin tirar a matar.

“Sólo dejamos heridos a algunos de ellos. Incluso el capitán resultó con una pierna herida. De inmediato nos alejamos por la misma ruta por la que habíamos llegado, hasta llegar a Valle Hermoso. Nos dieron otros cinco días de vacaciones y un premio de quinientos dólares en efectivo. Aproveché para ir de vacaciones a Tampico”.

Acompañado por su esposa e hijos, por primera vez Karen tuvo tiempo para descansar. Sin embargo, también por primera vez, a su regreso tuvo tiempo de probar la dureza de la comandancia zeta. Era entonces fines de mayo de 2005. Su familia siguió a Nuevo Laredo. A Karen lo ordenaron ponerse a las órdenes, a tiempo completo, de Comandante Mateo en Valle Hermoso.

“Casi a principios de junio, estando en adiestramiento físico en una cancha deportiva de Valle Hermoso, bajo el mando de Mateo, éste me ordenó hacer seiscientas lagartijas en castigo por llegar tarde a la formación. Después de cien me sentí muy cansado, porque ya habíamos corrido. Paré y le dije a Mateo que ya no podía”. La respuesta de Comandante Mateo fue clara:

– ¿Te me rebelas, hijo de tu pinche madre?

Las palabras de Mateo fueron acompañadas por la acción: “me dio un balazo en el codo derecho, con un fusil R-15. El proyectil salió a la altura del tercio distal del brazo. Le pedí que me disculpara, mientras me amenazaba y advertía que, si quería, me mataba”. Y Mateo habría cumplido, de no ser por la intervención de los otros sicarios que también recibían adiestramiento físico.

Karen recordaría esa intervención para siempre. Ya preso dijo a los fiscales federales: “ante la intervención pacífica de los compañeros que ahí estaban sólo se reportó (por radio) a El Lazca que había sido un accidente. Poco después éste llegó al lugar, quien dio la razón a Mateo. Luego me dijo que dar la espalda a un superior es una señal de desobediencia que se paga con la muerte. Y ordenó que se me diera atención médica.

A la misma cancha deportiva llegó un médico tamaulipeco de Valle Hermoso al servicio de Los Zetas. Éste prescribió dos meses de descanso para el ex soldado y ex policía municipal. Además, El Lazca giró instrucciones a Mateo para dejar descansar a Karen, regalarle mil dólares en efectivo y, de paso, mantenerlo en la nómina de la organización.

Karen aprovechó ese tiempo para viajar a “Álamo, Veracruz, a la casa de mi mamá, con mi familia. Me reportaba dos veces por día con L-40, hasta que a finales de julio de aquel 2005 éste me ordenó concentrarme de nueva cuenta en la base en Valle Hermoso”.

– Me dijo L-40 que ya era tiempo de dejar de tirar la güeva. Y me opuse porque aún no me sentía bien, pero insistieron que me reincorporara al trabajo, que íbamos a jalar.

“No tuve más remedio que obedecer. Reunidos en el mismo punto que ya he señalado, cerca del predio de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en Valle Hermoso, El Lazca nombró a Omar Lormendez Pitalúa –conocido éste por los alias de El Pita, Z-10 o El Mono– como comandante”.

Aquel día también ascendieron Karin y El Flaco, así como los kaibiles El Trinquetes, El Panudo, Ostos y El Pompín. Karen, El Chicles, Cabeza de Bola, Cascanueces, La Parca, Gori-3 y El Zar recibieron la orden directa de viajar a Lázaro Cárdenas, Michoacán, para tomar el control de la plaza.

 

* Autor de Tierra Narca (editorial Planeta, 2010); Negocios de Familia, biografía no autorizada de Enrique Peña Nieto y del Grupo Atlacomulco (ed. Planeta, junio de 2009) y Cártel de Juárez (ed. Planeta, junio de 2008).

 

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