El Barco Ebrio

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La enorme fábrica que nunca terminó de construir el narcoempresario chino Zhenli Ye Gon, justo enfrente del aeropuerto internacional de Toluca, está a la venta. Una manta anuncia al público interesado un teléfono para informes y detalles. Nadie sabe si es el gobierno estatal o federal el que puso en marcha esta idea o son los intereses de aquel chino metanfetamínico al que tan bien le iba con su negocio.

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Uno de los voceros consentidos del gobierno de Peña Nieto en la empresa Televisa se llama Joaquín López-Dóriga. Formado a la sombra de otro clásico de al lectura de notas en voz alta, Jacobo Zabludowsky, Joaquín entendió pronto la esencia empresarial de la investigación periodística. Mexicano pero de origen español, este López-Dóriga Velandia es un ejemplo siempre fresco de lo acomodaticio que puede ser alguien que trabaja en medios de comunicación. «No es que diga cosas que no son. Le falta decir otras que están ahí y que no se dicen», explica la investigadora de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, de la División de Ciencias de la Comunicación, Alma Rosa de la Selva, publica la revista Contralínea en una benévola semblanza sobre Dóriga.

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Dóriga da clases con el ejemplo. Está allí, para quien quiera aprender algo. El riesgo es repetirse en este madrileño que lo mismo pasea en yates de lujo que viste trajes Zegna o calza la costosa marca Rockport y que igual atiende a funcionarios y gobernadores que obsequian palos de golf, como informan los empleados de la Secretaría de Gobierno del Edomex, quienes han sido comisionados para tales menesteres. Pero no hay queja que valga, pues si los comunicadores locales reciben en Navidad cestas de viandas, arbolitos recién cortados y a veces hasta espadas templadas en Toledo, nada tiene de extraño que el reportero más visto del país obtenga, de vez en cuando, implementos para practicar el deporte que elija.

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Los denostadores de este hábil empresario lo ubican también como hábil facturador de los gobiernos afines a su camaleónica presencia. Hasta un millón de pesos llega a cobrar por su trabajo, tarifa que los que pueden pagan sin chistar.

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El perfil de este hombre fue el elegido por los patrocinadores del gobernador Peña para apuntalar su aspiración presidencial. En esa televisiva arena se desarrollará la parte cool de la campaña presidencial peñista hasta que Calderón se canse o Salinas sepa que no ganará y cambie de aparador. Por lo pronto, uno de los encargados de llevar a cabo las tareas de promoción rumbo a Los Pinos es el director de Comunicación Social del gobierno estatal, David López, a quien se le nota un ánimo a prueba de todo y su dinamismo alcanza, incluso, para atropellar sin querer queriendo a reporteros y fotógrafos que siguen a su jefe. David Epifanio, como le gusta que le digan, cuenta también a sus amistades y a las que no lo son que de esto ya conoce un rato. Y entornando los ojos, recuerda cómo vivió aquel periodo en el que otro de sus jefes, Alfredo del Mazo González, confió en él para un proyecto idéntico al que se trae Peña entre manos. Aquellos días en la refriega por obtener la candidatura priista, dieron a Del Mazo una de sus mayores derrotas políticas, aunque en público se abstuvo de señalar culpables y se sumó lo mejor que pudo a un candidato llamado Carlos Salinas de Gortari.

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Allí estaba este David López cuando a Del Mazo le avisaron, el 4 de octubre de 1987, que no sería el elegido por el entonces presidente de México, Miguel de la Madrid. Preguntó, pues, a su equipo de información comandado por un tal David, sobre el ganador y le contestaron que “el bueno” era Sergio García Ramírez, en aquel tiempo procurador federal.

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Del Mazo era político antes que perdedor y sin confirmar la especie, tomó el primer teléfono que encontró, llamó a los medios de comunicación y felicitó públicamente a García Ramírez.

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Una carcajada generalizada fue lo único que cosechó. Mientras Del Mazo se desvivía en elogios para el señalado, en el mismo momento el maquiavélico Salinas obtenía la nominación por el PRI. Esto hizo mella en el ánimo de don Alfredo del Mazo, quien al enterarse de la involuntaria trastada de su equipo de precampaña, se negó en redondo a felicitar a Salinas y dejó por mucho tiempo de aparecer en público. Bélgica lo acogería un año después, para tratar de olvidar su pesaroso andar.

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Del Mazo se fue y regresó años después. David López también. Descansó un tiempo de los siniestros aquelarres que los encargados de la publicidad de un gobierno deben vivir y fue llamado por el equipo de Peña, quien ahora es aliado de aquel Salinas que provocó el ridículo del señor Del Mazo. En fin.

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Antonio Ixtláhuac Orihuela salió por fin de la prisión en donde estaba recluido para tratar de reconstruir su carrera política. Joven a fin de cuentas, el ex presiente municipal de Zitácuaro y sobrino de Asensión Orihuela, un operador priista en supuestas relaciones con el narco michoacano, era hasta antes de su detención, un aspirante a la gubernatura por el estado preferido de La Familia. Incluso algunos lo llamaban el Enrique Peña purépecha debido a las similitudes entrambos. En parecidos, apenas para eso alcanza.

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Televisión Mexiquense abre también su muy particular temporada electoral a favor del gobernador local. Raúl Cremoux, respetable periodista con años en el oficio y de quien Vicente Leñero, fundador de la revista Proceso tiene un perfil exacto para describirlo en el libro Los Periodistas, recibió en el programa Barra Libre al diputado priista Ernesto Nemer, colocado él mismo como sucesor natural de Peña en la gubernatura del Edomex, el 20 de marzo del 2010.

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Nemer, un impetuoso mago de la retórica, de inmediato se instaló en el papel que siempre ha representado. Oficioso en el hacer y decir, alabó de cabo a rabo la administración del Ejecutivo estatal. Años trabajando en el aparato burocrático y un ejercicio cotidiano de repetición hicieron olvidar al diputado que ya no trabaja, al menos en lo formal, para Peña.

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El programita tuvo cosas interesantes. Dejó ver cómo opera la televisión estatal en aras de proyectos personales. Es entendible, pues el gobierno es el dueño del canal y dicta contenidos y líneas. Raúl Cremoux, por otro lado, cobra 87 mil 50 pesos, aunque Transaprencia no aclaró si mensuales, quincenales o por programa, por aparecer en las pantallas de aquella empresa. Para los participantes Calderón resultó ser el malo, aunque es imposible defenderlo. Un comentario de Cremoux resumió todo: “…este panista, ayúdame Ernesto, ¿cómo se llama? Ah, sí, César Nava, este hombrecito que busca hacer alianzas con quien se deje…”. Nemer, más centrado, respondió con una sonrisa.

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Pero hasta para un tipo como Cremoux resultó sospechosa la actitud del diputado priista, que insistía en traer a cuento al Ejecutivo. “¿Eres vocero del gobernador, Ernesto, o por qué tanto lo mencionas?”. La sorpresa se apoderó de Nemer pero, viejo zorro, apenas unos segundos le duró el rostro de malvado y recompuso el escenario.

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Un sobrino de la alcaldesa priista de Metepec, Ana Lilia Herrera, tuvo un percance automovilístico en una de las avenidas de aquel municipio. Diligentes, algunos policías acudieron ala escena y se percataron de la culpabilidad del familiar, a quien intentaron detener. Pero el interfecto, con justa razón, espetó al primero que le puso las manos encimas que “yo soy sobrino de quien gobierna este municipio”. Por supuesto, nunca fue detenido pero la historia dio para más, al igual que otra que involucra una entrevista entre la alcaldesa y su director de Seguridad, Luis Rivera López, que será narrada en la siguiente entrega.

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