Los amigos de Enrique

* “El reclutamiento de Luis Enrique Miranda Nava para formar parte de los nuevos Golden Boy’s llegó junto con la búsqueda de un grupo de mujeres que diera la apariencia de equilibrio de género en el equipo presidencial. Además de armar un gran elenco en coordinación con la iglesia católica, empresarios, tecnócratas y los mejores dinosaurios del PRI para el estreno de una gran obra —Cómo ganar las elecciones por un copete— digna del más delicado espectador. Así fue como, ocupadas todas las localidades, hicieron su aparición las Golden Queens acompañadas de las Golden Girls, todas listas para empezar la función”, escribe el periodista Francisco Cruz en el libro Los Golden Boy’s, editado por Planeta, donde repasa nombres y desventuras del primer gabinete presidencial de Enrique Peña Nieto.

 

Francisco Cruz Jiménez

Después de las acusaciones y la derrota electoral en 2006, Luis Miranda se retiró por un tiempo de la vida pública. Pero el 29 de septiembre de 2007 fue invitado por Peña para hacerse cargo de la Subsecretaría General de Gobierno, en lugar de José Manzur Quiroga, puesto desde el que sostuvo una dura posición contra disidentes del sindicato estatal de maestros, a quienes negó el reconocimiento oficial, entre otras cosas.

La última semana de enero de 2008, los representantes legales del Sindicato Unificado de Maestros y Académicos del Estado de México (SUMAEM) presentaron ante el agente del Ministerio Público de la Agencia Central de la Procuraduría General de Justicia una demanda penal en contra del subsecretario general de Gobierno, Luis Enrique Miranda Nava, a quien señalaron como autor intelectual del encarcelamiento ilegal del profesor Manuel García García; además de amenazas de muerte en contra de integrantes de esa agrupación y la suspensión de sueldos y plazas laborales en contra de 20 afiliados a quienes se les despidió de manera injustificada.

La exoneración lo dejó, al menos en lo oficial, libre de culpas, mas no de sospechas, porque en los primeros meses de 2007 salió a la luz un incidente mayor. La primera semana de noviembre de 2006, Miranda llegó a la procuraduría estatal para querellarse por difamación contra el regidor Cortés Trejo, porque este había basado su demanda —la de las 123 propiedades— en documentos públicos en los cuales los inmuebles aparecían a nombre de familiares. Afirmó que las operaciones se habían realizado antes de 1999, pero en la demanda contra Cortés Trejo, a Miranda se le olvidó  que las acusaciones de corrupción en su contra no provenían sólo del regidor y dejó de lado una nota documentada por los reporteros Mónica Ramírez e Israel Martínez, publicada el 31 de octubre de 2005 en el diario Milenio Toluca, sobre la “bonanza económica de Luis Miranda a la sombra de Montiel”.

Días después, una crónica publicada en la edición de Milenio del 11 de noviembre de 2005 quedó como valor intrínseco de esa extraña moral del gobierno mexiquense, así como de los enojos por la investigación de Mónica e Israel: “En algún momento, un encolerizado, prepotente y electrizado Miranda sostuvo ante los medios de comunicación ser víctima de maniobras políticas para afectar sus aspiraciones a la alcaldía de Toluca, y luego de identificar a la reportera de Milenio Toluca, dejó de dirigirse a todos los periodistas presentes, se le acercó y le advirtió: ‘No aceptaré chantajes de absolutamente nadie, que quede claro’, pretendiendo cobardemente, ante cámaras y grabadoras, que este diario lo ha chantajeado. […] No es posible que el debate por la alcaldía o por cualquier otro puesto público se base en difamaciones, se base en chantajes, o se base en forma irresponsable en atacar a gente que no solamente no va a contender, como es mi padre, sino de una familia entera […] y eso es para cualquiera”.

Como respuesta a la perorata de Miranda, en esa edición del 11 de noviembre, Milenio publicó de nueva cuenta las acusaciones contra el funcionario, con el encabezado “Investigación de Milenio Toluca”: “Miranda no sólo tiene a su nombre negocios y propiedades, sino que también sus hijos, menores de edad, están registrados como dueños de inmuebles en Toluca e Ixtapan de la Sal, lo que hace que la fortuna del aspirante a alcalde alcance cantidades incuantificables. […] Los documentos permiten conocer desde la concesión obtenida para convertirse en apoderado legal, para pleitos y cobranzas con todas las facultades generales, aun las especiales, de Cablenet Internacional —otorgado por Emilio Murillo (sic) Azcárraga— […]. O la conformación de la empresa denominada Grupo Textil Mexiquense (cuando ya era secretario de Finanzas) de la cual es presidente y accionista mayoritario”.

El primer recluta de los nuevos Golden Boy’s se colgó otros milagritos: el 30 de octubre de 2009, ya como secretario de Gobierno peñanietista, Miranda firmó, en calidad de testigo de honor, un impúdico acuerdo secreto entre los dirigentes nacionales del PRI y el PAN —Beatriz Paredes Rangel y César Nava Vázquez— avalado por el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, para evitar alianzas en el proceso electoral de 2011, en el que se elegiría al sucesor de Peña.

Palabras más, palabras menos, la historia fue así: aquel día, los dirigentes nacionales del PAN, César, y del RPRI, Beatriz, cerraban los portones de la Secretaría de Gobernación para signar un documento cuya cláusula principal establecía que los firmantes “se abstendrían de formar coaliciones electorales con otros partidos políticos cuyas ideología y principios sean contrarios a los establecidos en sus respectivas declaraciones de principios”.

Aquel documento, además de las rúbricas de Nava y Paredes, también incluyó las de Gómez Mont y Miranda, quien acudía a la negociación en representación de Enrique Peña Nieto. Firmaban en calidad de “testigos de honor”

Los rubricantes negaron, hasta donde pudieron, la existencia del documento, pero no tuvieron más remedio que desdecirse de sus discursos cuando el martes 2 de marzo del 2010 Peña se hizo presente en Televisa, donde reconoció la existencia del documento. En una charla que extendió por espacio de 30 minutos, la conductora Adela Micha recibió a un gobernador que había perdido el glamur.

Desencajado, con la mandíbula adelantada y encorvado sobre sí mismo; en medio de acotaciones sobre su próximo enlace matrimonial y las inundaciones en Valle de Chalco, reconoció la existencia del documento, pero negó cualquier temor a una alianza entre panistas y perredistas en el Estado de México.

Firmado en la más absoluta clandestinidad, el “contrato” sólo tenía vigencia para el Estado de México y pronto se convirtió en un aquelarre que hasta el momento sigue arrojando más dudas que certezas y más mentiras que verdades.

Los priistas mexiquenses tenían una explicación: las alianzas, en especial una eventual PAN-PRD, pondrían en riesgo la continuidad del PRI en el Palacio de Gobierno estatal de Toluca. Y, por ende, una situación de esa naturaleza acabaría con las aspiraciones presidenciales del gobernador Peña. El acuerdo sacó a la luz  toda la podredumbre en que está sumida la clase política mexicana.

“El lance concretado en ese documento está impregnado de candorosas perversidades, que en este caso no son términos contradictorios. La retórica notarial del documento es ridícula, porque incluye explicar obviedades, como la naturaleza de las partes, el PAN y el PRI, como si se ignorara que son partidos políticos con registro en el IFE. La vacuidad formal obliga también a no expresar los cargos de los testigos de honor, Fernando Gómez Mont y Luis Miranda, que aparecen como si fueran hijos de vecino, extraños que pasaban por allí y se les solicitó la firma como se hace al expedir cartas-poder sin mayor trascendencia, como la que se requiere para retirar del correo un paquete. Se omite que son el secretario de Gobernación de la administración federal y el secretario de Gobierno de la mexiquense, omisión ingenua o tramposa si lo que se pretendía con ella era expresar que actuaban al margen de sus responsabilidades formales”, escribió, el 7 de marzo de 2010, el finado periodista Miguel Ángel Granados Chapa.

Con Miranda cobró vida un señalamiento que la primera semana de aquel mes y de aquel año hizo Beatriz Paredes Rangel, entonces lideresa nacional priista, a propósito del aniversario número 81 de la creación del PRI: “La política es el esfuerzo del conglomerado social por resolver, de manera civilizada, sus contradicciones. Hoy la política y los políticos en nuestro país estamos profundamente desprestigiados”.

El papel real de Miranda en el equipo peñanietista ha constituido un misterio, pero en abril de 2010 el diario toluqueño Amanecer le dedicó un espacio muy amplio:

“Pese a los grandes esfuerzos de algunos poderosos para ¡dar carpetazo! al caso de la extraña muerte de la pequeña Paulette Gebara Farah, todo parece indicar que éste continuará su curso. […] Luis Enrique Miranda Nava ha sido el principal responsable para empantanar el asunto, al grado de que ha utilizado a servidores públicos de diferentes niveles para que le apoyen a tapar sus abusos. […] Aunque él lo niega, su novia, Alma Saldaña Farah resultó ser prima hermana de la flamante Lissette Farah, madre de Paulette y principal sospechosa de la muerte de la niña. […] Hubo mano negra en el oscuro caso, para transformar la investigación de homicidio” a una lamentable muerte accidental.

De nuevo llamó la atención en noviembre de 2011, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación le negó un amparo para echar abajo un crédito fiscal de 4.5 millones de pesos. El Sistema de Administración Tributaria (SAT) determinó que los ingresos y erogaciones totales de Miranda en 2002 y 2003 ascendieron a 8 millones 792 mil pesos, de los que omitió declarar 5 millones 390 mil.

El 10 de marzo de 2011 le tocó uno de sus últimos  “ires y venires” como funcionario estatal: Sandra García escribió en el periódico Reforma: “A seis meses de que concluya su sexenio, el gobernador Enrique Peña Nieto entregó dos notarías públicas a abogados cercanos a su equipo de trabajo. Una es para el ex presidente del Tribunal Superior de Justicia mexiquense Luis Miranda Cardoso, padre del secretario de Gobierno, Luis Miranda Nava; la otra es para Guadalupe Monter, ex secretaria de Educación y de Turismo con Peña. Desde el pasado 1 de marzo, la notaría 166, ubicada en la capital mexiquense y que fue otorgada a Miranda Cardoso, tiene una oficina abierta aun cuando el nombramiento legal no se ha publicado en la Gaceta de Gobierno. En una revisión a la hemeroteca de la Gaceta, se constató que desde 2010 no se han publicado nombramientos para las notarías de Miranda Cardoso y Monter”.

El reclutamiento de Luis Enrique Miranda Nava para formar parte de los nuevos Golden Boy’s llegó junto con la búsqueda de un grupo de mujeres que diera la apariencia de equilibrio de género en el equipo presidencial. Además de armar un gran elenco en coordinación con la iglesia católica, empresarios, tecnócratas y los mejores dinosaurios del PRI para el estreno de una gran obra —Cómo ganar las elecciones por un copete— digna del más delicado espectador. Así fue como, ocupadas todas las localidades, hicieron su aparición las Golden Queens acompañadas de las Golden Girls, todas listas para empezar la función.

Algunas de ellas tenían un rosario de “ex” para impresionar tanto a la prensa como al electorado, mientras que, a otras, las destacaba la cualidad de saber responder al “fuego” y a los jaloneos políticos internos del PRI. Había un inventario de apellidos que llenaban páginas enteras en su respectiva ciudad: Robles, Scherman, Ortega, Viggiano, Herrera, Del Moral, Trujillo, Guillén, Gordillo o Barrera.

Cuando en el quipo de confianza se mencionaban algunos nombres, cada uno sabía qué se quería decir. “En el fondo —advirtió un funcionario del PRI estatal— se manejó un número muy reducido de mujeres que tuvieran capacidad para inducir a los priistas a reconocer, sin cuestionamientos, la figura de Peña en cada rincón del país. Había un objetivo común: apagar las aspiraciones del senador sonorense —hoy diputado federal— Manlio Fabio Beltrones Rivera”.

Tras semanas de especulaciones y negativas, los nombres de las primeras Golden Girls empezaron a fluir. En la lista estaban María Esther de Jesús Scherman Leaño, la “izquierdista” y ex perredista Rosario Robles Berlanga, Georgina Trujillo Zentella, Carolina Viggiano Austria, Mercedes del Carmen Guillén Vicente —hermana del subcomandante Marcos—, Ana Lilia Herrera Anzaldo —ex diputada local, ex alcaldesa de Metepec, ex coordinadora de Comunicación Social de Arturo Montiel, ex titular del Consejo Estatal de Población y ex titular de la Secretaría de Desarrollo Social—, Paulina Alejandra del Moral Vela —la joven alcaldesa de Cuautitlán Izcalli, ex dirigente de Mujeres Jóvenes del PRI mexiquense, responsable política de la ruta 40 en Cuautitlán Izcalli en la campaña del gobernador Peña Nieto— y María Elena Barrera Tapia —ex presidenta municipal de Toluca, ex secretaria estatal de Salud,  ex secretaria particular de Peña y actual senadora—.

Luego se sumaron nuevos rostros, las llamadas Golden no tan boys, o las Golden no tan jóvenes, pero capaces de influir: las Golden Queens. El primer nombre que apareció fue el de la gobernadora yucateca Ivonne Aracely Ortega Pacheco, quien ha sabido ganarse la estima de Emilio Azcárraga Jean y toda su tropa en Televisa, gracias a las grandes cantidades de dinero que destina para hacerse publicidad en esa televisora.

Este grupo tiene como presidenta legítima a Elba Esther Gordillo, la lideresa que, a través del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE),controlaba a casi un millón 250 mil maestros en todo el país —se maneja hasta un millón 500 mil—, que no constituyen una fuerza educativa sino una fuerza electoral, una herramienta del Estado que, advierten los especialistas — como Marion Lloyd, coordinadora de proyectos de la Dirección General de Evaluación Institucional de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)— nació bajo el gobierno del Partido de la Revolución Mexicana, precursor del PRI, pero fue creado con el propósito explícito de apoyar al partido en el poder.

Artífice de un juego perverso, salinista pura y dirigente de un partido político —Nueva Alianza, que controla, a través de su hija, la senadora Mónica Arriola Gordillo—, la maestra entró con el pie derecho a la nueva administración.

Aunque la cámara no enfoque a Elba Esther y su nombre aparezca como un agregado en las notas periodísticas que hablan sobre la presencia de Enrique Peña Nieto en diferentes eventos sociales, se sabe que la maestra estaba allí, no como una más, sino como la acompañante principal

Con todo el descaro que hay en el priismo, las Golden Queens debían cumplir con un requisito indispensable: lealtad absoluta a Peña, antes que al partido, así como reconocimiento a los liderazgos de Alfredo del Mazo, Carlos Salinas y Arturo Montiel. Todas pertenecen a un grupo que ejerce la autocracia sin permitir la menor objeción.

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